Oliverio Girondo (1891-1967) fue un poeta argentino. En realidad, delimitar su ser a esas dos palabras es no ser justo con lo que Girondo legó a la expresión poética. Por el momento, convengamos en que, en efecto, fue un poeta y, además, nació en suelo argentino.
Oliverio, como le decimos los amigos, tomó el lenguaje, las convenciones literarias y con toda su energía las estrelló contra un papel para darles una nueva significación. Palabras que se dividen, palabras que se funden para crear superpalabras, sentidos polivalentes, inestables, fragmentados; Girondo en su libro más notable En la masmédula (1953) dejó fluir su esencia carente de estructuras, o bien, con estructuras novas que discuten a la literatura tradicional.
Hoy, nos toca un caligrama que forma parte del libro Espantapájaros (al alcance de todos) de 1932. Un caligrama es un poema, frase o palabra que se vale de la tipografía para dar forma a una imagen visual. Simplificando, es un dibujo con letras. El mayor referente de este tipo textual es el poeta cubista Apollinaire. De hecho, los caligramas se vinculan con las vanguardias de principios del siglo XX, que fuesen adalides de la ruptura con la concepción clásica de la lírica.
Yo no sé nada toma la figura del espantapájaros protagonista del libro. El juego figurativo arranca con la declaración de ignorancia general en la cabeza, llena de paja, del espantapájaros. El cuerpo, una serie de preguntas, dudas y casi afirmaciones de un poeta que forma parte de una vanguardia estética que rompe deliberadamente con lo anterior. Una juventud de entreguerras que toma un mundo partido y lo deforma hasta que se pierde y emerge como un mundo otro. Finalmente, en las piernas, el cantar de las ranas que suben y bajan y buscan allí y buscan acá para recuperar el sentido.