La novela de Claudia Piñeiro, Las viudas de los jueves (2005) ha sido aclamada por la crítica, galardonada con el Premio Clarín Novela, loada por uno de mis escritores favoritos como lo es José Saramago y, sin embargo, no me generó absolutamente nada. Empezada en el bondi y terminada en un par de horas de lectura tranquila, me enganchó el primer capítulo con un interés que decreció constantemente hasta llegar al final. Fue de esos libros que he leído con premura más que nada para sacármelos de encima, rápido como una curita, así disgusta menos, digamos.
Arranca con la misteriosa muerte de tres vecinos del countrie Altos de la Cascada, quienes aparecen ahogados en la pileta de uno de ellos, mientras un cuarto socio los observa desde su terraza. A partir de ahí, con la ruptura de la ilusión de seguridad que vivir tras los muros del barrio cerrado proporciona, comienza un flashback coral mediante el que, principalmente, Mavi Guevara y otras voces reconstruyen el modo de vida de los propietarios de casas en estos complejos y su decadencia en la medida que se acercaba la crisis del 2001 en la Argentina.
Se le atribuye a Las viudas lucidez, “ferocidad” (el entrecomillado es mío) y la potestad de ser el testimonio narrativo de la debacle del sector más privilegiado de la Argentina, en la medida en que el paso del tiempo (y las crisis locales y foráneas) sacuden los cimientos de esa clase. Es así que el mentado policial del primer capítulo muta en un drama, o bien en lo que los personajes conceptualizan como tal.
El intento de Piñeiro es interesante, no obstante, el relato resulta artificial. Los conceptos, la semántica, los valores son el verdadero atractivo de la narración. ¿Cómo se construye la identidad de quien habita el country? Si bien podemos entrever el complicado sistema de relaciones que da estabilidad al ghetto, se asemeja más bien a una fantasía sociológica. Pretende ser una observación analítica, pero se queda en la línea de salida.
En síntesis, la muerte del primer capítulo es una excusa y la resolución de ese misterio se convierte en absolutamente previsible. Los eventos extrínsecos e intrínsicos que llevan a hasta ese punto de inflexión (aunque me arriesgo a decir que la muerte es sólo una consecuencia, el quiebre es previo) son poco atractivos. Los personajes no generan afectos. Es un relato bastante chato. Quizás no sea malo del todo, quizás exagero en mi consideración. Cada uno tendrá su criterio. Así y todo, derecho a no recomendados.
La imagen que ilustra esta entrada corresponde a la adaptación en fílmico dirigida por Marcelo Piñeyro. Quienes la vieron, recomiendan su versión escrita. ¿Algún valiente por ahí?