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¿Un policial dramático? ¿Un drama policial? No sé bien de qué se trata

30 Ago

La novela de Claudia Piñeiro, Las viudas de los jueves (2005) ha sido aclamada por la crítica, galardonada con el Premio Clarín Novela, loada por uno de mis escritores favoritos como lo es José Saramago y, sin embargo, no me generó absolutamente nada. Empezada en el bondi y terminada en un par de horas de lectura tranquila, me enganchó el primer capítulo con un interés que decreció constantemente hasta llegar al final. Fue de esos libros que he leído con premura más que nada para sacármelos de encima, rápido como una curita, así disgusta menos, digamos.

Arranca con la misteriosa muerte de tres vecinos del countrie Altos de la Cascada, quienes aparecen ahogados en la pileta de uno de ellos, mientras un cuarto socio los observa desde su terraza. A partir de ahí, con la ruptura de la ilusión de seguridad que vivir tras los muros del barrio cerrado proporciona, comienza un flashback coral mediante el que, principalmente, Mavi Guevara y otras voces reconstruyen el modo de vida de los propietarios de casas en estos complejos y su decadencia en la medida que se acercaba la crisis del 2001 en la Argentina.

Se le atribuye a Las viudas lucidez, “ferocidad” (el entrecomillado es mío) y la potestad de ser el testimonio narrativo de la debacle del sector más privilegiado de la Argentina, en la medida en que el paso del tiempo (y las crisis locales y foráneas) sacuden los cimientos de esa clase. Es así que el mentado policial del primer capítulo muta en un drama, o bien en lo que los personajes conceptualizan como tal.

El intento de Piñeiro es interesante, no obstante, el relato resulta artificial. Los conceptos, la semántica, los valores son el verdadero atractivo de la narración. ¿Cómo se construye la identidad de quien habita el country? Si bien podemos entrever el complicado sistema de relaciones que da estabilidad al ghetto, se asemeja más bien a una fantasía sociológica. Pretende ser una observación analítica, pero se queda en la línea de salida.

En síntesis, la muerte del primer capítulo es una excusa y la resolución de ese misterio se convierte en absolutamente previsible. Los eventos extrínsecos e intrínsicos que llevan a hasta ese punto de inflexión (aunque me arriesgo a decir que la muerte es sólo una consecuencia, el quiebre es previo) son poco atractivos. Los personajes no generan afectos. Es un relato bastante chato. Quizás no sea malo del todo, quizás exagero en mi consideración. Cada uno tendrá su criterio. Así y todo, derecho a no recomendados.

La imagen que ilustra esta entrada corresponde a la adaptación en fílmico dirigida por Marcelo Piñeyro. Quienes la vieron, recomiendan su versión escrita. ¿Algún valiente por ahí?

No recomendado: La pifia de Jorge Fernández Díaz

15 Jul

Hace unos meses, la Revista La Nación que viene con el diario los domingos recomendó el último libro de su secretario de redacción, Las mujeres más solas del mundo (2012). Leí el avance que publicaron, la historia de una reclusa que en su estadía tras las rejas había leído más de doce mil libros y que ya no tenía interés en recuperar la libertad, y me tenté con la compra. También sustentaba la impulsividad el haber leído otro de sus títulos, Mamá (2002), excelente relato sobre la vida de su propia madre y La segunda vida de las flores (2009), protagonizada por el recurrente Fernández, el periodista escéptico y alter ego del escritor. Tengo la duda (y la memoria averiada) sobre si leí o no Fernández (2006). Estimo que sí, pero por si las moscas, lo dejamos en suspenso.

En fin, como dice el cantautor español nos sobran los motivos, así que con avance y retrospectiva, adquirir el conjunto de relatos del periodista se perfilaba como una experiencia segura. No obstante, la literatura pocas veces tiene garantías y hasta autores que siempre nos resultaron gratos pueden tener un traspié. Me ha sucedido con García Márquez, ¿cómo podía esquivar Fernández Díaz esa posibilidad?

Resulta que Las mujeres más solas del mundo no se trataba tan sólo de mujeres ni tampoco de mujeres solas. Dividido en dos partes, la primera se llama Mujeres y comedias y, a decir verdad, creo que lo único que verdaderamente disfruté fue el mismo texto que leí en la revista antes de comprar el libro. Las comedias: bien, gracias. La segunda es Crónicas, un palimpesto de textos más cercanos al periodismo que a la narrativa, compuesto no sólo por crónicas, sino también por biografías y notas de color. Si hay algo en lo que tiene coherencia, es en no dar importancia a la concordancia entre título y contenido. No lo remarco porque tenga que existir una correspondencia punto a punto, sino porque es un ítem más a la lista de “no me gusta” sobre esta obra particular.

El atractivo de Fernández Díaz, al igual que Eduardo Saccheri en mi opinión, reside en el modo que tienen de escribir nuestra cotidianeidad, personajes y cosas de nuestra idiosincrasia, el ser bien argento que componen en sus escritos. Más allá de no estar conforme con Las mujeres…, ambos están en mi podio de favoritos de la escena local. Pero el periodista me falló en este conjunto de historias sin remate, que no dejan estela, que no invitan a la reflexión. De hecho, lo único que pude sentir tras la lectura fue un vacío importante y una desazón muy amarga porque esperaba mucho más de quien me hizo emocionar hasta las lágrimas con Mamá.

Algo que siempre disfruto de los periodistas escritores es la economía de lenguaje, la capacidad de hacer arte con… eficiencia, por ponerle una palabra a ese oficio de construir oraciones sin una coma de más. Pero se quedó corto, le faltaron palabras, tonalidades, acentos y así se construyó, para mí, la primera pifia de Jorge Fernández Díaz.